lunes, marzo 31, 2008

O ônibus

Habitualmente no haría demasiados comentarios acerca de los viajes en colectivo, pero creo que esta vez vale la pena hacer mención de algunas diferencias de los ônibus santamarienses con los de Buenos Aires, Argentina.
Para empezar, casi todas las paradas tienen techo y asientos y la fila de espera no conserva un orden regular, sino que más bien es una acumulación de las personas que van llegando que se amontonan para protegerse del sol, la lluvia o las piernas cansadas. En el momento de la llegada del colectivo todos se abalanzan para subir hacia la puerta... de atrás! que es un poco más ancha que las argentinas (pasan dos personas juntas). Si uno quiere, puede optar por sentarse en las cuatro filas de asientos del fondo y esperar a bajarse para pagar el boleto que cuesta R$ 1,80 (o la ficha que sale la mitad para los estudiantes) . Sino, dos filas pasando la puerta del fondo lo espera el cobrador, ubicado en un asiento que está de espaldas a la ventanilla derecha y situado más arriba que el resto de las butacas. Después de abonar, debe atravezar el molinete que lo deja libre de culpa y cargo y ya puede bajarse cuando quiera.
Las subidas y bajadas pronunciadas de Santa María -que ya mencioné en varias oportunidades-, hacen sufrir a los abuelos porque, aunque sus piernas estén más entrenadas que las nuestras, hay una edad en que sin dudas cuesta el esfuerzo físico. Sin embargo, acá hay una buena para los mayores de 65 años: muestran un carnecito al subir y... viaje gratis.
Por último, llama la atención el buen (o mejor) humor que se respira en el colectivo. No es que esté afirmando que sean más felices (eso implicaría un estudio más pormenorizado que incluiría otros ámbitos de la vida), pero sí que existe una mejor predisposición al comenzar el día. Es común que las personas sentadas carguen los bolsos y/o mochilas de cualquier viajante desconocido que se encuentra parado o que casi todos los que bajan (siempre por adelante, claro) saluden y sobre todo, agradezcan al chofer que los llevó.
Curiosidades al margen, es una mínima muestra de que el granito de arena lo ponemos entre todos.

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