domingo, noviembre 02, 2008

Tiene una vida rara, como metida en una bolsita de polietileno, enredada. Le resulta incómodo y le cuesta hacer algo para desatarse de esa inercia, para encontrarle un sentido a ese tiempo que transcurre sin entender del todo para qué. Sin entender nada en realidad.

Cada día que pasa siente que debe obligarse a "ser feliz", como indican los mandatos sociales o, al menos, no sentir que fue un día perdido. Pero le cuesta, el futuro no parece muy encantador. Un día, después de alguna actividad laboral, se puso a caminar. Esos momentos que lo encontraron andando los pasó bien. De alguna manera se sentía librado de todo. De su casa, del trabajo, de las obligaciones cotidianas, de los reclamos de todos, probablemente hasta de él mismo. Estaba ahí, caminando, y no podía hacer otra cosa, la "utilidad" de cualquier acto estaba siendo aplastada por sus pies. Y por esos momentos se sintió libre. Se sintió bien. En ese recorrido se imaginaba la posibilidad de vivir eternamente caminando. De alargar esos pasos de despojo, de libertad. Evaluaba posibilidades y pensaba sustitutos más cómodos para pasar la vida. Para alargar esa sensación de contacto con el mundo, con su alrededor. Esos momentos de pura vivencia, de desborde de uno mismo, de exceso de lo exterior y de exageración del yo.

Llegó a su departamento y no encontró respuesta. Todavía no la encuentra. Quizás se le pase la vida buscándola. Pero no podrá dejar el cuestionamiento en la mesita de luz.

3 comentarios:

Gab dijo...

Quizas la respuesta es el propio cuestionamiento...

Emiliano dijo...

Es como si te hubieras metido en mi cabeza y corazón con un anotador y birome.
No está de más decir que me encanta.
Beso.

Sabrina dijo...

Gracias, amigos. Es bueno saber que somos varios los que nos hacemos compañía en las bolsitas de polietileno.
Es cierto que probablemente la clave esté en la pregunta... pero a veces parece difícil sostenerla sólo con signos de interrogación.