domingo, junio 22, 2008

Santa María, Brasil. 22 de junio de 2008.

Una vez conocí a un hombre. Lo vi alto y buen mozo. Creo que durante algún tiempo creí que era el hombre de mi vida, aunque era muy chica para recordar bien ese sentimiento. Sin embargo, apenas lo conocí, lo amé. Tanto como a pocas personas en la vida.
Sin dudas, siempre admiré su bondad sin límites y desinteresada, su inevitable esencia de "buen tipo" (por momentos, exasperadamente bueno...), de esos que siempre van a poner la otra mejilla, pero no precisamente porque sea un católico practicante. Los que lo conocen, dicen que lo heredó de su padre. Y, según lo que me indican mis propios recuerdos, puedo dar fe de que muy probablemente sea así.
Cuentan también que su carácter, esa chispa chistosa que agrega en cada comentario, es un detalle con historia. Su despiste y sus lapsus de olvidos momentáneos creo que son mérito suyo, aunque su mamá quizás haya tenido algo que ver… Pero lo que indudablemente es responsabilidad materna, es su gusto por las comidas. Sabores salados, dulces… No sé si podría afirmar que tiene alguna preferencia (aunque sé que ama el dulce de leche como argentino viejo), pero puedo atestiguar que tiene debilidad por lo raro, lo exótico, lo que nadie come, lo que está por vencer.
“Bobea y sus ballenatos” debe haber sido un grupo bastante famoso en “esa” época, y está claro que Creedence o los Beatles no tienen nada de extraño. Así, es una persona que sigue el ritmo popular. Este hombre “hitero” (o amante de los hits) le hizo caso a la radio y se compró “La era de la boludez” de Divididos y un par de discos de Tina Turner. Los recuerdos lo llevaron a las músicas tradicionales: el tango y el folklore, melodías que detestaba de chico y que ahora lo transportan a la casa de verano de Paso del Rey o a la suya propia de un barrio capitalino, mientras jugaba con uno de sus tantos perros o se escapaba a comprar una gaseosa para espiar a alguna chica.
Con el tiempo dejó de hacerse el galán imitando a Richard Gere con su mechón blanco, las canas se le vinieron encima y, en el transcurso de ocho años, conoció a quienes se convirtieron en las mujeres de su vida (además de su mamá, pero ese es el Edipo irresoluble). A veces creo que por culpa de ellas él no es feliz, porque vive ocupándose del bienestar del conjunto. Pero después de gritarle y discutir tratando de hacerle entender que debería estar más atento de él mismo, entiendo que esas tres mujeres se convirtieron en la razón de tanto trabajo y esfuerzo, porque él es ellas, y ellas son él.
Compartimos infinidad de cosas juntos, tantas que de muchas pierdo la noción del tiempo. Se desveló noche tras noche de sábado trabajando de remis, me acompañó en mis primeros encuentros con el agua de las piscinas, me habló de cosas importantes, me sacó el miedo a los monstruos (y otros temores). Me llevó a conocer Rosario, repitió conmigo los nombres de las calles del Centro y nos entrenó con acertijos ingeniosos durante las sobremesas. Me esperó en puertas de lugares recónditos y me acompañó a mil y un recitales. Todavía con el asado en la garganta, se frió al sol sólo para ser mi rival en el tenis y jugar a correr todas las pelotas. Cuando tuve muchos “problemas” y necesitaba resolverlos haciendo cuentas, traía la calculadora y, aún con el saco puesto y el portafolios en la mano, me decía que todo se resolvería usando la lógica. Y las veces que no hay caso, que me embarullo y ni siquiera tengo claro cuál es el problema, me recomienda hacer una listita, que incluya todas las preocupaciones que me aquejan y, de esa forma, el papel quite el peso de mi mente. Y si igual el viento sopla fuerte, él se convierte en el árbol que me protege de las furias del mundo.
Hoy sigo conociendo a ese hombre, aunque creo que él me conoce más a mí. Y considero que es lógico, él me conoce desde toda mi vida.

Sabrina, hija de su papá Ricardo

4 comentarios:

Emiliano dijo...

Hermoso Sabri. Y lo de la listita, cuanto peso que saca!!!
Beso.-

Panda Sociable dijo...

Es increíble.
Sabri, no hay palabras para lo que escribiste y para explicar que sucede cuando uno lo lee.
No soy muy objetiva que digamos, soy su hija también y me pasa lo mismo.
Cuando empezó a leer, su cometario fue: "se enamoró!!" jajaj y no te das una idea cómo fue cambiando la expresión de la cara y la postura en la que estaba sentado...se le notaba en la garganta que no podía ni tragar.
Lo seguí mirando y una vez que terminó de leer, se quedó quieto, inmóvil mirando la pantalla. Fui a abrazarlo con mamá y lloramos todos.
Gracias Sa! es el regalo más lindo.
Caro

Anónimo dijo...

Que gran forma de describir a un tipazo como es tu viejo (y mi tio...). Sabri, te felicito por lo que escribiste, me siento muy orgulloso de tener a semejante artista en la flia.

Los quiero mucho a los 4!, beso grande.

Rodrigo Diaz Virzi

Anónimo dijo...

Nena, me hiciste llorar con tus palabras.
Tu papá se debe haber sentido feliz.

Muchos besos.
Isa.